El día nacional de Los Pueblos Originarios en Chile, quedó establecido administrativamente para los días en que las “Primeras Naciones” en Chile inician un nuevo periodo telúrico astronómico espiritual y de vida para el solsticio de invierno, mal llamado “Año Nuevo Indígena”, pero estas fechas son más que eso, pues tod@s somos afectados por un fenómeno telúrico y astronómico que ocurre cada 20 o 21 de junio de cada año, periodo que no puede manipular ningún ser humano, así de esa forma se impone el Newen (Fuerza) de la Ñuke Mapu o Pacha Mama (Madre tierra) y el Wenu Mapu (Universo o tierra de arriba), espacios gobernados por Cha Chaw (el Gran Espíritu ancestral, antiguo) y de ello se dieron cuenta los primeros habitantes de este continente, pacientes observadores del firmamento, Para el Pueblo Mapuche el 21 de Junio es el retorno de un nuevo Sol, después de que éste se ubica lo más distante de la tierra dando origen a la noche más larga del año y se pueden avistar, durante la noche en toda su plenitud radiante, las constelaciones “Namun Choike” (La Cruz del Sur) y los Wüñelfe (Luceros del alba y del atardecer), esa conjunción interestelar, indica, el momento propicio para orar y dar gracias a Cha Chau Ngenechén (El Gran Padre Dueño de la Humanidad o Dios), así por lo tanto, l@s mapuche hacen vigilia y purifican sus almas entrando en las heladas aguas de los ríos para redoblar el Newen (fortaleza interna) con miras a cultivar, respetar y defender la Ñuke Mapu (Madre Tierra) y luchar por su autonomía y autodeterminación como Pueblo. Para todas las primeras naciones estos fenómenos naturales son los signos que confirman la relación umbilical y de respeto que debe tener la humanidad con la naturaleza, pero algunos grupos siguen promoviendo la perpetuación de la indolencia del capital.
Inti raymi, Machaq Mara, Mara Khalta le llaman los aymaras, kollas y quechuas, Wiñol Tripantü o Wëñoy Tripantü, le llaman l@s mapuche, o sea, “el retorno de un nuevo sol con su energía”, tiempo propicio para cultivar el alma. Se va el Rimü (el Otoño), que es el tiempo de siembra y comienza el Pukem (el Invierno) que trae las lluvias, vital elemento para hacer germinar la vida sembrada, todo un conocimiento milenario acumulado y que aún persiste en cada organización y comunidad indígena y sigue siendo fruto de estudios de arqueólog@s, antropólog@s, astrónom@s, sociolog@s, etc, pero a pesar de ello, la infancia, adolescencia indígena y sus familias siguen viviendo la exclusión y la marginación en este país. Investigaciones de la Unicef, ONU y el INDH no son muy alentadores sobre la relación de Chile con el Pueblo-Nación Mapuche, por ejemplo, incluso el último CENSO devela alarmantemente los niveles de pobreza y exclusión que viven las distintas comunidades indígenas en Chile, viene al caso recordar aquí, por ejemplo, el tan apreciado “Litio” que está quedando en manos de una sola familia, los Ponce Lerou Pinochet, despojando de las ganancias y probables beneficios que ello traerá a los verdaderos dueños y habitantes milenarios de dicha zona, el Pueblo Likanantay o Atacameños.
Estudios de la UNICEF han evidenciado que el 44,1 % de l@s niñ@s indígenas, entre 4 a 6 años de edad en la zona rural, no asiste a un establecimiento educacional por dificultades de acceso (no existe establecimiento cercano, hay dificultad de movilización por existir caminos intransitables, no hay matriculas), sólo un 18,6 % de los indígenas llega a la educación superior y como corolario las mujeres indígenas trabajadoras jefas de hogar, presentan los mayores niveles de inactividad (fuera de la fuerza de trabajo), alcanzando un 58,5% en donde un 26;6 % vive en condiciones de pobreza y un 23,1% se encuentra bajo la línea de la pobreza siendo ellos los más pobres e indigentes entre todos los pobres de Chile y por ello presentan una alta tasa de mortalidad infantil de algunas patologías tratables en las grandes ciudades como lo son las enfermedades respiratorias de invierno.
La CEPAL, en conjunto con la Alianza Territorial Mapuche (ATM), realizan una investigación sobre la situación en la comuna de Ercilla, desde un enfoque de derechos: ”Concluyo que cuatro de cada diez personas mapuche se sitúan por debajo de la línea de la pobreza en donde el ingreso promedio de un mapuche es 3 veces menor al de un chileno y la mayor parte de los mapuche están viviendo en la indigencia, agregándose a ello una expansión forestal descontrolada que ha invadido sus tierras provocando la improductividad de éstas y la escasa disponibilidad de recursos hídricos. Este estudio de la CEPAL nos denuncia que hay una real inequidad debido a la sobremortalidad mapuche en la comuna de Ercilla, pues la tasa de mortalidad de las mujeres mapuche es 30% mayor que la de sus pares no mapuche y la tasa de los hombres es un 50% más alta que la de los chilenos, demostrándonos ello una vulneración del derecho a la vida y frente a ello el estado sólo dicta medidas de control militar y represión y no de solucionar y superar esta alarmante realidad indígena.
Las conclusiones de la UNICEF, CEPAL y otros organismos permiten inferir que en estas próximas décadas seremos testigos del aumento de la migración del campo a la ciudad, algo que ya estamos viviendo en el Valle, pues son varias las familias mapuche desplazadas que viven esta migración forzosa y se han venido a vivir aquí para tener mejores oportunidades y recuperar la dignidad, entonces, ¿De qué nos servirá un reconocimiento constitucional si las autoridades locales demuestran absoluto desconocimiento sobre el proceso de autodeterminación indígena, derecho consagrado por la ONU? ¿De qué sirve que las autoridades locales se acuerden de los indígenas en estas fechas, si durante el año quedan olvidados, desamparados y lanzados a una orfandad absoluta, pues cualquier trámite de rigor indígena, por ejemplo, se debe ir a Valparaíso o Santiago? ¿Cuántas décadas más deben esperar las comunidades indígenas del Valle de Aconcagua para ver una Oficina de Asuntos Indígenas interprovincial o una oficina interprovincial de la CONADI?
El Wiñol Tripantü o Wëñoy Tripantü, es propio de nuestros pueblos asentados desde tiempos inmemoriales acá, mucho antes de las forestales, antes de las mineras, antes que las pesqueras, antes que los Ponce Lerou Pinochet y a pesar de los pesares, seguiremos festejando “a raudales nuestra arrogancia de cardo” porque el solsticio de invierno, el Inti raymi, Machaq Mara o el Wiñol Tripantü ni Pitágoras ni Copérnico lo pudieron manipular ni mover, menos va poder mover o invisibilidad una sociedad egocéntrista y narcisista que sólo busca mezquinamente perpetuar su miope éxito individualista, olvidando que el desarrollo de toda sociedad es y ha sido colectivo y comunitario, incluso el acto de hablar se desarrolla y enriquece en l@s niñ@s viviendo en comunidad, pues es la comunidad la que solidariamente le “presta el mundo al niño” como decía el psicólogo Lev Semionovich Vigostki. Cada humano es más humano en la medida en que fortalezca la vida social y comunitaria, no la individualista y se debe saber que la vida indígena siempre ha sido colectiva y comunitaria y no competitiva depredadora. Sería muy lamentable que la diáspora indígena y mapuche en el Valle de Aconcagua, terminemos siendo los parias en nuestra propia tierra, en medio de una sociedad que se dice “civilizada”, “evolucionada” o “desarrollada”.
“Son tan ingenuos muchos de nuestros mestizos que se creen españoles químicamente puros. El mapuche es un pueblo extraño entre todos los pueblos indígenas… es el más aplastado por el silencio” (Gabriela Mistral).
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